Moluscos en la dieta alimenticia
La Real Academia de la Lengua establece que el marisco es «cualquier
animal marino invertebrado y, especialmente, el molusco o crustáceo
comestible». Vayamos por partes y empecemos hablando de los moluscos:
Existen 5 clases de moluscos, de las que nos interesan 3: los gasterópodos o univalvos (lapas, bígaros, cañaillas…); los lamelibranquios o bivalvos (almejas, mejillones, navajas, coquinas, ostras, vieiras...) y los cefalópodos (decápodos como los calamares, sepia o pota y octópodos como el pulpo). El nombre de molusco viene de «blando». Su cuerpo lo es y, por ello, necesitan una concha para defenderse tanto de sus enemigos como de la desecación cuando están fuera del agua. De este modo, su cuerpo se encuentra dentro de una cavidad formada por dos piezas duras (compuestas de sales de calcio y tapizadas de nácar y llamadas valvas); a veces, la concha es interna, como en el caso del calamar, y otras veces, como en el pulpo, carecen de ella. Hay más de 90.000 especies.
Los crustáceos pertenecen al filum de los artrópodos (de
patas articuladas); tienen el cuerpo segmentado y en cada uno de los
segmentos puede haber uno o dos apéndices. Siempre tienen dos pares de
antenas, simetría bilateral y apéndices articulados; casi todos están
provistos de caparazón y existen unas 25.000 especies: desde langostas a
percebes y con tamaños desde 1 metro (bogavante) a 1 milímetro
(copépodo). Existen los cirrípedos (percebes) y decápodos, dentro de los
cuales están los natantia (langostino, gamba, camarón, quisquilla...) y
los reptantia (en ellos se incluyen los macruros, como langosta,
bogavante o cigala, y los braquiuros, como centolla cangrejo, buey de
mar y nécora). Por otra parte, no hay que dejar de mencionar a los
equinodermos, en los que se incluyen los erizos.
Valor nutritivo
En general los productos de la pesca, incluidos los mariscos, constituyen una excelente fuente de nutrientes:
sus proteínas son de alto valor biológico como las de la carne y los
huevos; su contenido en minerales (Ca, Mg, P), oligoelementos y
vitaminas es variado y muy significativo, y las grasas, aunque no muy
abundantes (0,5 a 2,5 por ciento), son especialmente interesantes al ser
del tipo de las poliinsaturadas (especialmente Omega-3, que el hombre
no puede sintetizar por lo que debe ingerirlos en la dieta) así como
ácido linolénico y derivados, tan importantes para las funciones
estructurales del organismo. Su gran aporte protéico, en ocasiones,
supera el 20 por ciento. Alternando su consumo con el del pescado, el
marisco puede contribuir a que nuestra dieta sea más cardiosaludable.
Los crustáceos tienen, en general, mayor contenido de calcio que el
pescado y son buena fuente de otros minerales y oligoelementos
esenciales para la salud. Los moluscos bivalvos tienen un bajo contenido
en colesterol y presencia de esteroles. Algunos crustáceos (como los
langostinos), tienen un contenido no despreciable de colesterol, lo que
deberá tenerse en cuenta al planificar dietas bajas en colesterol.
En general, los mariscos tienen un contenido bajo en calorías, alto en
proteínas (cuidado si se tiene el ácido úrico elevado), bajo en sodio y
en grasa total, grasa saturada y colesterol. Son una gran fuente de
vitaminas y minerales como tiamina, niacina, fósforo, potasio, hierro,
yodo, fluor, cinc y cobre. La media calórica por 100 gramos dispuestos
para el consumo gira alrededor de 100 kilocalorías lo que le hace un
producto ideal para diseñar dietas hipocalóricas.
Los riesgos del marisco
Los mariscos son muy fáciles de preparar, sobre todo si los tomamos
crudos. Sin embargo, existen ciertos riesgos que el consumidor debe
conocer. En primer lugar, y como primera recomendación, no consumir
mariscos crudos si se padecen enfermedades hepáticas, alteraciones
inmunológicas (sida, cáncer...) o problemas gastrointestinales.
En el caso de los moluscos bivalvos, tradicionalmente el hombre los
ha comido crudos o casi crudos: ostras, almejas, mejillones... Y era por
su diferente y más delicado sabor y textura respecto a los mismos
productos cocidos (además, desde un punto de vista nutricional retienen
más nutrientes que los cocinados). Pero hay que tener cuidado. ¿Por qué?
Las almejas y ostras se pueden comer crudos y vivos, por lo que se
consume todo, incluido su aparato digestivo y lo que en él exista.
Como los moluscos viven y respiran en el agua, si ésta tiene alguna
partícula contaminante puede que se integre en sus tejidos, órganos y
sistemas. Pueden ser bacterias (que causan gastroenteritis o cólera),
virus (como el de la hepatitis A), sustancias químicas (metales: cadmio,
plomo)... que quedan adheridas en su cavidad paleal y en el aparato
digestivo (de donde pueden ser desalojadas, en vivo, mediante
depuración: el paso, durante bastante tiempo, de agua limpia por el
sistema digestivo). Es la única forma de evitar infecciones (la
depuración se reconoce por el obligado etiquetado de estos mariscos).
Además, los animales marinos pueden contaminarse con toxinas tipo
biotoxinas marinas (que se originan por la aparición en las aguas de
grandes concentraciones de algas de especies o cepas tóxicas que dan
lugar a la «marea roja», «purga de mar» o bloom). Si los animales las
ingieren, acumulan las toxinas en sus tejidos y éstos, a su vez, pueden
producir intoxicaciones en el consumidor. Algunas de ellas pueden
resistir la cocción y la depuración, por lo que sólo con el autocontrol
de las marisqueras y el control oficial de las autoridades sanitarias,
se pue-de garantizar su inocuidad.
El transporte y la conservación: fundamental
Comprobar las condiciones higiénicas y el etiquetado; colocar el
marisco, por su fragilidad, encima del resto de la compra. Llevar
rápidamente a casa y depositar en el lugar más frío de la nevera (0° C).
La calidad al comprarlo va a limitar su duración.
Manipular con sumo cuidado. Son muy perecederos y el tiempo de
almacenamiento dependerá del cuidado con que se traten: gambas, cigalas,
langostinos y calamares, en un recipiente de plástico tapado; los
moluscos bivalvos deben estar vivos y se colocan en un plato llano
cubiertos con un paño húmedo o papel de cocina (nunca en agua o en un
recipiente cerrado herméticamente, pues se sofocan y mueren). Si durante
el almacenamiento algunas conchas se abren, dar unos golpecitos: si
están vivas se cerrarán; en caso contrario, desecharlos. Los calamares
duran uno o dos días; los mejillones y almejas vivos con valvas, de dos a
tres días, y las ostras con valvas, de siete a ocho días. La langosta y
los cangrejos vivos se cuecen el mismo día de la compra (así duran dos o
tres días). A veces, los langostinos, cigalas... tienen manchas
negruzcas, es la melanosis de los crustáceos y no suponen peligro para
el consumidor, sólo dan una mala presentación. Si se tienen en cuenta
estas indicaciones reforzaremos las medidas de seguridad alimentaria y
contribuiremos a prevenir intoxicaciones.
Control higiénico-sanitario del marisco.
Los mariscos que consumimos están garantizados, en cuanto a su inocuidad, por varios estamentos.
La empresa alimentaria es, en primer término, la responsable de
garantizar al consumidor que los productos que oferte sean seguros,
sanos y adecuados para el consumo humano.
En segundo lugar, las autoridades sanitarias de la Comunidad Autónoma
o Municipio correspondiente serán las encargadas, mediante las
intervenciones de los inspectores veterinarios, de velar porque las
empresas realmente ejerzan un control válido y acorde a la legislación
vigente. o Por último y al pertenecer nuestro país a la Unión Europea,
serán los inspectores sanitarios europeos quienes verifiquen
periódicamente que cada país cumpla las Directivas y Reglamentos
comunitarios en materia de Seguridad Alimentaria. La recién creada
Agencia Española de Seguridad Alimentaria (AESA), adscrita al Ministerio
de Sanidad y Consumo, es la encargada de proteger los intereses de los
consumidores, a través de una gestión científica, transparente e
independiente de los riesgos alimentarios.
Seguridad y frescura
Los consumidores tienen un papel muy importante en la seguridad
alimentaria. Lugar de adquisición, manipulación, almacenamiento y
cocinado son elementos esenciales para minimizar los riesgos. Los
mariscos pasan controles que garantizan que son aptos para el consumo,
pero el consumidor debe saber elegir lo mejor de un lote que, aún siendo
sanitariamente adecuado, tiene diferencias de calidad. Los mariscos han
de estar sometidos a una temperatura permanente máxima de 7º C (en
expositores inclinados para imposibilitar que se bañen en líquidos
contaminantes) y deben llevar una etiqueta que indique el nombre
comercial de la especie, la categoría de frescura y la procedencia.
Características de frescura
Los cefalópodos frescos tienen la superficie brillante, manchas de
coloración viva con límites muy visibles, cuerpo terso y piel muy
adherida a la carne (blanca nacarada); el corte es más dificil a mayor
frescura y los tentáculos oponen resistencia al desprendimiento. La
falta de continuidad o difuminación de las manchas y la carne con
coloración amarillenta y textura más blanda son señal de falta de
frescura. No debe aparecer nunca mucosidad pegajosa en la superficie.
Los bivalvos deben estar cerrados y tener agua (clara y con olor a
mar) en su interior (a más agua, mayor frescura, que se mide por el olor
a mar, el peso y el sonido -han de pesar y no tener sonido a hueco-).
Hay que dese-char aquellos con las conchas abiertas o rotas (han de
estar fuertemente cerradas).
Los crustáceos vivos deben mover las patas y doblar la cola con
violencia al golpearles el tórax. Los langostinos y gambas han de tener
ojos negros muy brillantes, un brillo y olor característico y un cuerpo
terso y consistente. Los cocidos han de tener las patas pegadas al
cuerpo y no flácidas y no se deben poder arrancar con facilidad.
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